VALHONDO

Rafael Cabanillas Saldaña

El otro día asistí a la presentación del último libro de la trilogía que, Rafael Cabanillas, ha escrito a lo largo de estos años.

Este tercer libro me ha encantado, si Quercus me impactó por como está escrito, cómo describe la vida en los montes con una maestría insuperable; Enjambre, otra historia en los montes, muy distinta al primer libro, pero lleno de ternura con unos personajes tiernos y abrumados por las soledades que esa vida retirada del mundo les proporciona sin remedio, éste último, «Valhondo», me ha llegado al corazón.

Yo admiro mucho a los maestros y aun más a los maestros rurales, yo tengo una hija que ejerció como maestra en un pueblo muy pequeño de la zona de Cabañeros y por ahí me viene la admiración que siento por estos maestros o maestras que enseñan a leer y a escribir a niños y niñas que viven en pueblitos, pero no se quedan en enseñar a leer, se implican en todo lo que rodea la vida en el pueblo y sus habitantes.

» Con apenas veinte años, un joven maestro es destinado a Valhondo, la pequeña aldea que, escondida en lo más profundo de la sierra y envuelta casi permanentemente en niebla, parece aislada de la civilización».

Allí llega Rafael, y tiene que enfrentarse a los habitantes de la aldea que no confían en casi nadie, en los maestros tampoco, ellos llegan y en cuanto puedes se van.

El maestro empieza por intentar adecentar la pequeña escuela, y su «casa del maestro», para ello hace participe a los chavales, las chavalas y a los habitantes de la aldea, que de alguna manera estaban pendientes de todo.

«Una magnífica biblioteca, para leer y para investigar en esa enciclopedia. A continuación les he enseñado a catalogar los libros. Primero la teoría y luego la práctica, en la que todos participan. La cabeza y las manos. Lo que más les ha gustado es estampar el sello en los libros: ¡cataplum, un buen estacazo! Lo tercero ha sido colocar los ejemplares, según el catálogo que hemos realizado».

El maestro, poco a poco se va implicando en los asuntos de la aldea y sus habitantes. La puesta a punto de la escuela y su casa le lleva tiempo, pues tiene 25 alumnos de todas las edades y el día es corto. Pero decide pedirle al Ministerio para hacer unos aseos para sus chicos. El Ministerio le contesta que no hay presupuesto.

«¿Quien lleva año tras año sacando un buen beneficio de los alumnos de la escuela de Valhondo? ¡La señora Milagros, la de la tienda! La vendedora y consejera editorial de los libros de texto. Los beneficios de esas ventas de tantos años tienen que financiar la obra de construcción de unos aseos para mis muchachos. Una obra sencilla, en la que además, para hacerla suya y comprobar el valor del esfuerzo, van a participar los propios alumnos«.

Así van transcurriendo los días, llenos de trabajo, de idas y venidas, de conocimiento de los vecinos, de visitas de la novia del maestro, pero lo importante es como este maestro enseña a sus muchachos y muchachas, además de las cuentas y la geografía; la lectura y la poesía es algo importante y para eso, inauguran los viernes con poesía.

« Si en diciembre inauguramos los baños y el cine, con el nuevo año, en enero, nos hemos inventado «Los viernes con poesía.

Querido León Tolstoi, si estuvieras con nosotros, aquí a mi lado, ayudándonos a guiar esta escuela de Valhondo, te sentarías en la butaca del profesor plácidamente y te recitaría los versos de Gabriel Celaya, mientras tu te acaricias tu larga barba.

Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día,

como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica».

Tengo que ir finalizando, porque la lectura de este precioso libro no te deja salir de esa escuelita. Y si la historia es preciosa, al final del libro nos sorprende con unas cartas que le han escrito a Rafael, personas que al leer esta historia se han sentido reconocidas por como vivieron ellas en los montes con sus padres, a mi me han emocionado absolutamente.

«Nacer y criarse en un chozo, en la aldea del Enjambre o en una casilla perdida de la sierra… para que hoy, los hijos de estas mujeres sean personas de bien y de provecho, como siempre se ha dicho.

Personas de ley, personas íntegras. Albañiles, panaderas, mecánicos, auxiliares en residencias de ancianos… y otros maestros, maestras, profesores y profesoras de Universidad. Las personas buenas, el corazón y las manos, que hacen funcional el planeta.

Se llama, Lucha, Orgullo y Dignidad».

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