Viaje a Canadá. Vancouver, parque de los lagos y parque de los glaciares

 

 

 

 

Seguimos el viaje, dejamos la preciosa casa-cabaña y ese lugar mágico que es el parque Jasper, hacia Vancouver, pero como siempre, los paisajes nos acompañan para hacernos el camino más agradable. Salir de Las Rocosas es salir de un lugar único, nos dimos cuenta rápido de que el paisaje cambiaba, más llanuras, menos abetales, los ríos grandes pero el color del agua ya no era como en Las Rocosas, así nos fuimos dando cuenta de que, lo que dejábamos atrás, era un lugar mágico que a todos nos encantó conocer.

Paramos a comer a mitad de camino en un pueblo, pasamos a un restaurante que tenía como siete TV enormes y en todas había fútbol, ya estábamos en la vida real, era como despertar de un sueño y no me gustaba nada.

La llegada a Vancouver fue muy bonita, entramos en la ciudad por un elegante puente,  uno de tantos que la ciudad tiene; esta ciudad está marcada por sus bonitos puentes, por sus maravillosos parques y por estar rodeada de agua por todos lados. A mi me costó entender el mapa, nunca sabía si lo que tenía enfrente era el Océano Pacífico, el río o cualquier brazo de agua que la cruza.

A Vancouver se le  conoce como «la perla del pacífico», una ciudad multicultural, alegre, llena de vida, con un clima cálido y unas playas que hacen de esta ciudad una visita muy particular. La gente tranquila llena las calles de vida. Me dio la impresión de estar en alguna ciudad mediterránea.

Su nombre lo debe a George Vancouver, un explorador inglés que llegó a la ciudad allá por el año 1800.

Nosotros llegamos al atardecer y dejamos que César y Sonia se fueran a cenar solos, los chicos y yo nos quedamos en el apartamento que tenía una terraza con vistas a la ciudad, preparamos pasta y cenamos. Al día siguiente nos esperaba un día lleno de paseos para conocer bien esta ciudad.

Paseamos todo el día recorriendo el centro, con modernos edificios, el puerto lleno de yates espectaculares, barrios que nos recordaban un poco a los barrios ingleses, al mediodía fuimos buscando para comer, cruzamos caminando el puente Burrard para llegar a una pequeña isla en frente de la ciudad, Gradville Island; estaba llena de gente y de música, compramos comida en un mercado y comimos sentados en un banco. Me encantó el ambiente que había.

Para volver a la ciudad tomamos un pequeño ferry que funciona como taxi y nos dejó en la otra orilla.

Seguimos caminando hasta llegar a la playa, un recorrido muy bonito, era el atardecer y la gente paseaba como nosotros, sin prisa y contemplando el Pacífico. Llegamos a una zona donde había un Tótem hecho de piedras enormes, regalo de los Inuit a la ciudad, se les conoce con el nombre de Inukshnuk, para los Inuit son monumentos que indican una dirección o que vas por buen camino, suelen estar en lugares solitarios indicando alguna dirección, la tradición dice que nunca se deben destruir. En toda esa zona y al lado del mar la gente hace esculturas con las piedras en equilibrio.

Al volver a casa, pasamos por Stanley Park, 400 hectáreas y más de medio millón de árboles,  este parque es uno de los más bonitos de la ciudad, un paseo alrededor de un gran lago, con unas vistas de la ciudad preciosas, como nos perdimos, volvimos a pasar dos veces por este magnífico parque. Hay un lugar, Brockton Point, donde están colocados unos Tótems de madera en colores muy llamativos, estos son una copia de los originales que están en el museo. En este lugar vivieron los primeros nativos canadienses.

Un día repleto de paseos y de querer abarcar esta ciudad que, me parece que en un día y medio que estuvimos en ella no es suficiente, pero tengo que decir que la disfrutamos enormemente.

Al día siguiente nos levantamos para ir al barrio chino, uno de los más grande; tiene 150 años de antigüedad y se fundó cuando vinieron muchos ciudadanos chinos para la construcción del ferrocarril y de las carreteras. Comimos en un pequeño restaurante tailandés, una comida riquísima.

Y ya de regreso, finalizando el viaje, pasamos por el parque de los lagos, impresionante lugar, kilómetro de lagos inmensos, una zona muy turística; y sin dejar los lagos entramos en el parque de los glaciares, preciosa carretera. La pena es que llovía y las nubes no nos dejaban ver bien las altas montañas y sus glaciares.

Espectacular viaje, inmensos paisajes, la naturaleza en todo su esplendor, creo que en mi vida había visto paisajes tan espectaculares como aquí. Un regalazo que me hicieron mis hijos por mis 70 años y que yo he disfrutado enormemente. Poder estar 15 días con Leo y con Elías ha sido todo un placer, hemos charlado del año escolar que Leo pasó en Calgary en casa de sus tíos, lo que le gustó y lo que borraría. Hemos paseado por caminos observando los árboles y los lagos, Elías buscaba palos para poder jugar el «mocho» juego que se jugaba en mi pueblo cuando yo era pequeña. He compartido con Sonia y con César unos días estupendos que han quedado grabados en mi corazón.

 

 

 

Viaje a Canadá, Las Rocosas

Viaje por el Parque de Las Rocosas

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Y llegó el día de salir hacia Las Rocosas, los cinco en un coche lleno de maletas, Sonia al volante, César de copiloto y todos expectantes para ver esos paisajes que tanto deseábamos ver y disfrutar. Yo, antes de ir a Canadá, me leí un montón de informaciones, blogs, guías sobre estos lugares y todos coinciden en una cosa, que la naturaleza nos brinda unos momentos que son incomparables con cualquier otra cosa.

 

Salimos hacía Banff, pueblo muy turístico, al llegar vimos más gente por las calles, aunque en estos lugares nunca te vas a encontrar con aglomeraciones, es verdad que en Banff se nota que hay más turismo. Ya la carretera que tomamos, la 93, nos ofrecía esa inmensidad de paisajes, carreteras amplias y con pocos coches así que el paisaje era todo para nosotros. Atravesamos los parques Kootenay, Banff y Yoho, pues nuestra casa estaba cerca de una población llamada Golden.

 

Creo que no hay palabras, ni fotos que puedan describir lo que nuestros ojos iban viendo. Montañas con nieve en sus cumbres, bosques de abetos maravillosos a lo largo de las carreteras, cascadas por cualquier sitio, ríos serpenteando las llanuras de colores cambiantes, desde el azul claro, al verde, o aguas lechosas, lagos de aguas transparentes, y por si faltaba algo, de vez en cuando aparecía un tren de mercancías tan largo que nunca veíamos el final, por cornisas increíbles, así es el viaje por estos parques que con el de Jasper forman el Parque Nacional de Las Rocosas, nombrado Patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1984.

Fuimos parando para comer, para ver un lago, para admirar una cascada, asomarnos a un mirador, así hasta llegar a nuestra casa en mitad del campo. Nada más llegar, dejamos maletas y salimos a dar un paseo hacia un glaciar. Precioso paseo de unos kilómetros hasta que el bosque se abre y nos ofrece una preciosa vista del glaciar. Mereció la pena a pesar de los mosquitos que dieron buena cuenta en cualquier parte de nuestro cuerpo.

Al día siguiente salimos temprano, teníamos tanto que ver…las horas se pasan volando, pues tienes que ir parando el coche en un mirador, en un lugar inesperado, en fin que las horas no te dan de sí a tanta belleza.

Visitamos el glaciar Stanley y las cataratas Johnstan Canyon. Yo creo que lo mejor de este viaje eran las caminatas que nos hemos dado para  disfrutar todo el camino, hasta llegar al lugar que queríamos ver. La caminata de las cascadas fue preciosa, todo el tiempo viendo diferentes saltos de agua, con una fuerza arrolladora hasta llegar a lo más alto.

Precioso día, pero al día siguiente teníamos un plato fuerte, el lago Louise y subida al glaciar.

El lago Louise, recibe ese nombre en honor a la princesa Luisa Carolina Alberta, cuarta hija de la reina Victoria y esposa del marqués de Lome, que fue Gobernador General de Canadá en los años 1878-1873. Este lago, de no mas de un km de largo, es precioso por sus aguas transparentes de un color maravilloso y todo él rodeado de montañas y glaciares. Lo preside un gran hotel Chateau Lake Louise, uno de los grandes hoteles construidos por la compañía de ferrocarril canadiense.

El día era lluvioso, húmedo y nublado a ratos. Allí mismo iniciamos la subida al glaciar rodeando el lago, preciosa caminata, todos subieron al glaciar y me contaban que las vistas al otro lado eran espectaculares.

 

A la vuelta, con frío y mojados, comimos en ese gran hotel, calentito y comida rica, un día precioso como es costumbre en estos lugares.

Al final del día, no sabíamos que nos había gustado más, porque realmente todo es impresionante. La vuelta en coche, siempre comentando lo que habíamos visto o lo que más nos había gustado, a ratos oíamos música, una canción quedará en mis recuerdos unida a este preciosos viaje.

Ya terminamos estos días en estos parques, y seguimos la ruta hacia el norte,  pasaremos dos días en el Parque Jasper.

 

 

Viaje a Canadá, Calgary, Las Rocosas y Vancouver

Viaje a Calgary

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Calgary

Este año he cumplido 70 años, y por este motivo mis hijos me regalaron un viaje a Canadá. La ocasión era perfecta, mi hijo César, Sonia y Elías iban a recoger a Leo, mi nieto, que cursó un año en un instituto de la ciudad de Calgary, así que me invitaron a ir con ellos.

El viaje duró 15 días y recorrimos gran parte de Las Rocosas, llegamos a la ciudad de Vancouver y a la vuelta a Calgary, pasamos por la zona de los grandes lagos, y El Parque de los Glaciares, en total unos 5.000 km por lugares maravilloso y carreteras impactantes.

Llegamos a Calgary, y lo primero que hicimos fue ir a recoger a mi nieto, no nos esperaba y fue una gran sorpresa al vernos frente a su casa y desde allí nos fuimos a recorrer la ciudad para hacernos idea de cómo era.  Al día siguiente fuimos a conocer el Instituto de Leo, Mckenzie Highlands School, y a despedirnos de los profesores que, durante ese curso, estuvieron con él. Nos encantó ver donde estudió, sus clases, su cancha donde jugó al baloncesto, en fin una visita muy especial.

El tiempo que estuvimos en Calgary aprovechamos para pasear. Una ciudad de un millón de habitantes, la más grande de la provincia de Alberta, situada a unos 80 km de Las Rocosas, bañada por un gran río, el Bow, nos pareció una ciudad tranquila, muy extensa, de barrios donde las casas unifamiliares de madera y rodeadas de jardín es la tónica general. En 1988 acogió los juegos Olímpicos de Invierno, allí la esquiadora española, Blanca Fernández Ochoa, no pudo ganar una medalla Olímpica por una caída a punto de terminar.

Tiene un centro con modernos e impresionantes edificios, el más alto fue construido por el arquitecto inglés, Foster, conocido como The Bow,  esos edificios están comunicados por galerías, para que en invierno la gente circule por ellos, porque alcanzan algunos días los -40 grados. Las calles peatonales con muchas flores adornando fachadas, muchas terrazas donde la gente disfruta unos días de temperaturas cálidas. Paseamos observando la vida tranquila de esta ciudad, donde el coche es la forma más habitual de moverse de un lado a otro.

 Cuando terminamos el viaje, volvimos a Calgary, teníamos pensado pasar un día antes de tomar el avión de regreso y aprovechamos para visitar sus ferias y su famoso «Stampede» rodeos, carreras de carretas, donde todo el mundo va vestido con el sombrero vaquero y sus botas, una fiesta curiosa para unos españoles que pasaban por allí. También visitamos un lugar donde los indios canadienses, los Inuit enseñan sus tipis preciosos, sus bailes y su forma de vida.

La modernidad se mezcla con las  costumbres del «lejano Oeste», curioso contraste que disfrutamos enormemente recorriendo esa feria llena de diversión para los chicos y llena de emoción viendo montar caballos y toros salvajes en medio del griterío de la gente.

Nos despedimos de Calgary, sobre todo mi nieto Leo que vivió allí durante un curso entero, esa ciudad quedará para siempre en su memoria, y la experiencia también.

Nosotros la disfrutamos con ojos curiosos y esperando salir para Las Rocosas, un paraje que queríamos recorrer sin dejarnos nada o casi nada, cosa imposible por la grandiosidad de sus paisajes y las distancias enormes.

 

Mi último viaje a México

 

 

Creo que he viajado a México cinco veces, cinco viajes que empezaron hace ya más de ocho años y que concluye con este último, un regalazo que, mis amigos Rafa y Patty me han hecho por mis 70 años. Ya no pensaba hacer viajes tan largos, pero mira por donde, he vuelto a embarcarme de nuevo en un avión y cruzar el océano, para disfrutar unos días en aquel precioso país que, en primavera, todo está lleno de flores, jacarandas, bugambillas y demás plantas, que embellecen todo el paisaje.

Nada más llegar al aeropuerto, Benito Juarez, de México, me esperaban mis amigos y Myrna, allí mismo tomamos algo y allí mismo disfruté la comida méxicana, tan sabrosa y picante.

Yo iba con ganas de ver las jacarandas en flor, que en México son especialmente bonitas y abundantes, llenan calles, avenidas y salpican el paisaje de ese color morado tan bonito. Tuve suerte porque en frente de casa de mis amigos hay una preciosa.

Al día siguiente salimos a pasear al castillo de Chapultepec, una construcción palaciega dentro del bosque del mismo nombre. Es el único Castillo Real en América y ha tenido varios usos, desde polvorín, academia militar, residencia del emperador Maximiliano I de México (1864-1867) y residencia de los presidentes del país entre los años 1884 y 1935. Pero nosotros fuimos a ver una exposición de cerámicas de una prima de mis amigas, Emma, que hace unos platos preciosos con motivos de pájaros. Estando allí paseando por esa terraza inmensa, con vistas a la ciudad, volvimos a disfrutar de las jacarandas,  de las vistas y de toda la historia que encierra ese castillo.

Bajamos  paseando, disfrutando esa mañana luminosa, y como estábamos cerca, no podíamos pasar de lejos sin ir a ver a mi amado, «el dios de la lluvia», Tláloc, siempre que voy a México paso a verlo. Lo conocí con mi hija María y Javier, en el primer viaje que hice y tengo que decir que fue un autentico flechazo, me encanta su historia y me encanta ese figura inmensa, siempre en el mismo lugar, como guardando la entrada del increíble museo Antropológico de la ciudad de México.

Mis amigas saben de mi amor por los libros y las librerías, y siempre visitamos algunas en mis viajes, es un placer para mi entrar en esas tiendas donde los libros son un lujo para la vista; las librerías en México son preciosas, esta que visitamos está al lado de un lago, toda ella está abierta a la naturaleza y allí nos sentamos para saborear un jugo de guayaba; no hay mejor lugar para tomar algo y charlar tranquilamente viendo a la gente pasear y disfrutar de ese lugar. Librería Porrúa.

Al día siguiente nos fuimos a un lugar llamado Valle de Bravo, allí nos esperaban unos primos de mis amigos, Elda y su marido, José Manuel, que viven en una preciosa casa con vistas al algo. Nos recibieron con tanta amabilidad que yo, que andaba abrumada desde que llegué a México, seguía con ese mismo sentimiento. Elda es una amable anfitriona que no deja a sus invitados ni un momento, siempre con una buena charla o sorprendiéndonos con un gazpacho andaluz con un toque mexicano, para comer.

Charlamos de España y de México, de los problemas que vivimos en cada uno de nuestros países y acabamos hablando de un tío de José Manuel, que fue aviador en la República, se exilió a México y allí vivió hasta su muerte. Siempre que viajo a ese país, me encuentro con alguna historia de españoles que tuvieron que exiliarse de nuestro país y fueron acogidos en México.

El pueblo ubicado a 156 km al suroeste de la capital, fue fundado en 1530 por frailes franciscanos con el nombre de San Francisco del Valle. Nombrado pueblo típico en 1971 y finalmente pueblo mágico en 2005. Sus calles empedradas, sus edificios coloniales, su plaza con su templete y su iglesia. Me encantan esos pueblos y ya conozco algunos.

Desayunos especiales mexicanos a base de frijoles, chilaquiles, huevos rancheros, sus tacos tan diversos y demás exquisiteces, un poco fuerte para nuestros desayunos pero exquisitos. Yo disfruto mucho la comida de aquel país, es picante, muy sabrosa, con sabores tan diferentes a nuestra comida mediterránea.

Ya de vuelta a la capital, paseamos por las calles centrales donde, las tiendas más especiales hicieron un trabajo precioso, todas sus fachadas estaban adornadas con flores frescas, a cual más bonita e imaginativa, una mañana espléndida viendo la gente pasear y fotografiarse en esas fachadas. Terminado el paseo dimos cuenta de unos taquitos exquisitos en una terraza con vistas a la ciudad.

El tiempo va pasando así que aprovechamos para ir a  San Miguel Allende, ciudad preciosa donde las haya, allí nos esperaban otros primos de mis amigas, disfrutamos de una casa en el campo con un precioso jardín, Rosi y Patricio nos recibieron como familia y su casa fue la mía desde que llegué, desde aquí mi agradecimiento a sus atenciones que fueron múltiples a lo largo de los días que estuvimos allí.

 

San Miguel Allende es una delicia pasearla, sus calles empedradas, sus fachadas de color rojizo, sus artesanías de mil colores, su maravillosa iglesia de color rosado, su zocalito lleno de gente y casi siempre con música en directo, ya digo una delicia.

Visitamos un pueblito, muy cerca de San Miguel, Atotonilco, con una preciosa iglesia, la llaman la sixtina mexicana, debido a los bellos murales. Fue construida entre 1740 – 1748, por iniciativa del devoto  Luis Felipe Neri, que quería evangelizar a los habitantes de aquella zona.

Martinez de Pocasangre, de Querétaro, fue el encargado de pintar todos los murales y techos, sin dejar ni un centímetro de pared sin pintar.

Desde aquí salió el cura Hidalgo con el estandarte de la virgen de Guadalupe para llegar a la iglesia de Dolores Hidalgo y tocar la campana, como inicio de la Independencia mexicana. Por todo esto, la Unesco concedió el título de Patrimonio de la Humanidad a esta Iglesia de Jesus del Nazareno el 8 de julio de 2008.

Días deliciosos con Rosi y Patricio, saboreando, una noche, tortilla de patatas y un buen vino. Las despedidas nunca me han gustado, pero despedirnos de esta familia, de su preciosa casa y de un campo maravilloso, no fue fácil.

Ya de vuelta a México hicimos parada en Qerétaro, acompañadas por Cynthia, visitamos la casa de  la Corregidora, Josefa Ortiz Domínguez, patriota y heroína de la independencia de su país, toda una institución en la ciudad,  recorrimos el precioso zócalo con un guía que nos explicó la historia de cada casona que rodea el mismo. Como siempre comimos en un restaurante de la plaza, disfrutando de la comida y de la música.

Ya en México y con pocos días para mi regreso, nos fuimos a pasear por la colonia Roma, un barrio precioso con casa antiguas, que me recordaron mucho a las calles de Buenos Aires, fue una mañana preciosa, soleada que invitaba a pasearlo. Visitamos la Casa Lamm, una casa transformada en universidad privada.

Seguimos paseando y nos encontramos con esta librería de nombre muy sugerente, para mí y para mis amigas que también conocen esta tierra cervantina, «En un lugar de la Mancha» y como siempre las librerías me sorprenden, abierta a la calle, donde tomamos una rica cerveza, en cada mesa había un libro que podías leer y hojearlo, con un patio interior y muchas citas cervantinas por las paredes.

Voy terminando este relato, que seguro, me dejo muchas cosas, porque fueron días de mucho ajetreo. Cenamos un día en un precioso restaurante, desayunamos en otro cuando viajábamos, esos desayunos enormes y muy ricos y ya como despedida nos fuimos a comer a un pequeño restaurante italiano, La Lanterna, que se conserva  tal como lo inauguraron hace muchos años, parece una casita italiana en el centro de esa inmensa ciudad.

En fin, como siempre las despedidas no son mi fuerte, me llevo en la cabeza un montón de momentos muy especiales con toda la gente que conocí, muchas imágenes que solamente están en mi cabeza y que las conservo para siempre. Detalles que me hacen conocer ese país en tantos viajes como he hecho, y casi siempre son pequeños detalles que me fotografían la vida, las costumbres de México y sus pueblos.

 

 

 

 

 

Paseando por Alcalá de Henares

Paseando por Alcalá de Henares

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Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares

La semana pasada viajé con mis compañeros de la Universidad de Saramago a Alcalá de Henares, ciudad Patrimonio de la Humanidad, desde 1998, a 30 kilómetros de Madrid.

Lo primero que me llamó la atención al llegar son sus cigüeñas, nidos enormes en los campanarios, en esta ciudad hay por todas partes, se escuchan las campanadas y el repiqueteo de los inmensos picos de estas aves, algo que hace de Alcalá un lugar curioso y muy especial. En la torre del Ayuntamiento hay un gran nido y cuando es tiempo de cría, como ahora, una cámara transmite en directo ese espectáculo.

Pero la ciudad nos depara historias infinitas.

El día era frío, pero nosotros seguimos a la guía por un recorrido magnífico. Empezamos por la Universidad de Alcalá con su maravilloso edificio que ahora alberga el Rectorado. Este edificio donde se celebran los premios Cervantes cada año, es la obra magnífica del Cardenal Cisneros que fundó en 1499.

Esta universidad fue concebida por Cisneros como centro del conocimiento de la España renacentista, por esta universidad pasaron Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina, Nebrija y muchos más. Cuando pasamos al Paraninfo, es muy impactante ver esos nombres escritos en las paredes.

Hay una gran obra de Cisneros, la Biblia políglota, durante más de 15 años involucró a los mejores expertos de la época, los textos están en hebreo, judío y griego, el trabajo fue tan complicado que cuando se terminó de imprimir, Cisneros dijo: «Ahora descanso». Murió unos meses después.

Dicen que Cisneros fue el mejor alcalde de Alcalá.

Hay también en esta villa monasterios de casi todas las órdenes y colegios de ellos, cuyos religiosos no solamente vienen acá para oír  teología, pero convídeles también para ello el saludable cielo y la fertilidad de la tierra. Tiene una plaza bien grande para juegos en medio de la villa, y en ésta  se hallará cualquiera todo lo que es  menester para comer. Al norte de ésta va una calle larguísima en que viven demás oficiales. El palacio del arzobispo está al poniente de la villa, bien antiguo; hay también otras muy buenas casas de ciudadanos dispersas por la villa. (Enri de Cok, 1585-1592)

El Paraninfo de la Universidad, donde se celebran los Premios Cervantes cada año, es una sala pequeña, llena de historia tanto por los estudiantes que pasaron por allí como por los escritores españoles e hispanoamericanos que han sido  galardonados. La primera edición fue en 1976, o sea que llevan 41  premiados de los cuales solamente cuatro mujeres han sido significadas con este premio.

Seguimos paseando por esta ciudad y llegamos a la calle Mayor, calle de la judería, calle porticada a lo largo de casi medio kilómetro, allí está el pulmón de la ciudad, gentes, bares, confiterías, y la casa de Cervantes, casa que se supone fue de la familia, pero merece la pena pasar a ver una casa típica de esa época, frente a la casa dos grandes figuras de D. Quijote y Sancho.

En la iglesia de Santa María, fue bautizado Cervantes con el nombre de Miguel, ya que nació un 29 de septiembre.

En domingo  nueve días del mes de octubre de mil e quinientos e cuarenta y siete años, fue bautizado Miguel, hijo de Rodrigo de Cervantes e su mujer Doña Leonor; fueron sus compadres Juan Pardo; bautízole el Reverendo Señor Bachiller Serrano Cura de Nuestra Señora, testigos Baltasar Vázquez, Sacristán e yo que lo bauticé y firmé de mi nombre. Bachiller Serrano

Hicimos una parada para comer y calentarnos, pero seguimos, había mucho que ver. Pasamos por la catedral donde está el maravilloso sepulcro donde descansan los restos de Cisneros. El cardenal pidió ser enterrado en un sencillo sepulcro, como fraile franciscano que era, pero no se respetó esta petición y el sepulcro es una obra magnífica, realizada por Domenico Fancelli.

Ya íbamos terminand la visita con innumerables historias de los numerosos edificios, capillas y museos, que recorrimos ese día.

Al pasar por una calle vimos una placa en una casa, aquí nació Manuel Azaña, Presidente de la Segunda República española. Fue un broche estupendo a ese paseo intenso por esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Villanueva de Infantes, final del paseo por los Campos de Montiel

Paseando por Villanueva de los Infantes

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Cuando terminamos la visita a Almedina, seguimos camino a Villanueva de los Infantes, las dos poblaciones están a tiro de piedra, paramos a comer y a eso de las cuatro de la tarde nos esperaba un guía, Jose, que nos acompañó esa tarde por su monumental pueblo.

Villanueva de los Infantes tiene unos 5.500 habitantes, es cabeza judicial y capital de la comarca «Campos de Montiel»  y a los habitantes de este precioso pueblo se les llama infanteños y a las mujeres infanteñas.

Casa de la Alhóndiga
Casa de la Alhóndiga

Empezamos el paseo en la Casa de los Estudios, siglo XVI, también conocida como Colegio Menor, allí  impartía estudios Bartolomé Jiménez Patón, que desarrolló su docencia desde  1600 a 1640, natural de Almedina, humanista y gramático. Ahora es una casa de viviendas y guarda impecable su patio lleno de encanto. En ese patio se paseaban los estudiantes escuchando a sus profesores.

Casa de los estudios

Salimos en dirección a la Plaza mayor, pasando por una calle llena de casas solariegas muy típicas de esta villa. La Casa del Arco que data del siglo XVIII, la casa de la Inquisición, La Alhóndiga, edificio donde se guardaba el grano y también sirvió de cárcel. Las columnas del patio están llenas de inscripciones, tanto de los presos como de los que llevaban el grano allí.

Casa del Arco
Casa del Arco

Y ya estamos en la gran Plaza Mayor, siglo XVII, espectacular su monumental Iglesia parroquial, dedicada a San Andrés Apóstol, aunque la patrona de Infantes es la Virgen de la Antigua, dentro de esta iglesia están los restos de Francisco de Quevedo.

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Parece ser que Francisco de Quevedo, encontrándose enfermo, se vino a Torre de Juan Abad, donde su madre tenía una casa, a pasar un tiempo en este clima seco, bueno para sus pulmones, de ahí se vino a Infantes y se quedó en una pequeña celda del convento de los franciscanos y allí terminó su vida.

Hay un poema que parece lo escribió en esos tiempos finales de su vida, sería el año de 1645

Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día,
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena,
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar, piadosa, viene
espíritu en miserias añudado?
La calle principal, preciosa, llena de casonas y escudos, a cual más bonita; llegando a una esquina, está la casa del Caballero del Verde Gabán, donde se cuenta, en el Capítulo XVIII de la segunda parte de D. Quijote «De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes». 
La casona del Caballero del Verde Gaban
La casona del Caballero del Verde Gabán
En Villanueva de los Infantes se pueden visitar unos 50 patios, que los dueños de estas casonas, abren las puertas, un día al año, para que los visitantes puedan gozar de esos preciosos patios manchegos llenos de historia.
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Una parada para tomar unos ricos pastelillos llamados «alfonsines,» nombre en homenaje a la visita que hizo a la localidad D. Alfonso XIII. Seguimos caminando calle arriba admirando sus fachadas, hasta llegar al Convento de los Dominicos, donde murió Francisco de Quevedo. Allí se conserva su despacho, donde escribió sus últimos poemas, y su pequeña celda. En este convento se celebran todos los años el prestigioso premio de poesía «Francisco de Quevedo».
Una localidad llena de encanto, de cultura y de historia, sí bonita es de día, al atardecer se embellece con sus luces que hacen que la plaza aparezca a los ojos de los visitantes un precioso lugar donde D. Quijote y Sancho tienen un lugar preferente.
Celda donde escribió sus últimos poemas, Francisco de Quevedo
Celda donde escribió sus últimos poemas, Francisco de Quevedo

 

Ya he dicho que este recorrido por los Campos de Montiel me ha encantado, y no tardaré en volver con mi familia.
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Paseando por Toledo

Paseando por Toledo

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El otro día nos fuimos a visitar Toledo. Desde la Universidad de mayores «José Saramago» de Ciudad Real, preparamos una excursión a la ciudad de Las Tres Culturas, que no por conocerla y visitarla varias veces, no pierdes un ápice de entusiasmo por volver a pasear sus calles empinadas. Cuando llegamos  hacía un tiempo estupendo, el cielo azul y la temperatura cálida, mejor imposible.

Nos fuimos con el guía a recorrer el valle del Tajo, viendo la ciudad desde abajo, las vistas son impresionantes; el Tajo rodea la ciudad, como un abrazo de agua que le hace aún más impresionante; dos puentes cruzan el río, el puente de Alcántara y el de San martín, aunque se divisan alguna que otra ruina de puentes anteriores.

El de Alcántara a los pies del castillo de San Servando, fue la puerta principal de entrada a Toledo, su construcción data  de la época de los romanos. Fue declarado monumento Nacional en 1991.

El puente de San Martín fue construido  en el siglo XIII, de estilo Mudejar, tomando el nombre de la parroquia a la que pertenece: San Martín, tiene más ojos que el de Alcántara por que el río en ese lugar era más ancho. En 1355, Pedro I de Castilla, parece que prendió fuego a las puertas del puente, y en 1368 volvió a sufrir daños.

Así seguimos por el valle hasta llegar a un punto donde la ciudad se presenta en su mejor imagen. La vista es una de las mejores que el visitante puede disfrutar, la torre de la catedral, San Juan de los Reyes a lo lejos, el inmenso e imponente Alcázar y la ciudad de las tres culturas desparramada por la montaña.

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Terminada la visita nos fuimos a ver la Puerta de Fernando VI y la Puerta de Bisagra. Mira que he ido veces a Toledo, pero este viaje con el guía nos ha hecho descubrir un montón de curiosidades, además de entrar dentro de las puertas y pasear por la muralla.

Esta puerta de Fernando VI estuvo casi tapada de escombros hasta que a mitad del siglo XX, se hicieron las obras de desescombro y así luce esta puerta, llamada anteriormente de La Sagra. El Rey Fernando VI entró por ella a la ciudad recién conquistada. Después de la visita, seguimos calle arriba hasta encontrar la sinagoga del Cristo de la Luz, con una leyenda preciosa.

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Puerta de Bisagra, es imponente,  cuando yo venía a esta ciudad era la puerta que nos daba paso para el centro de la ciudad, ahora no se puede pasar con coches pero sigue dando la bienvenida a los miles de turistas que llegan para disfrutar tantas y tantas cosas que ofrece Toledo.

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Cuando terminamos, subimos caminando a la Plaza de Zocodover y allí nos fuimos a comer. A las cinco en punto nos encontramos con el guía y nos fuimos a recorrer el centro histórico, callejuelas estrechas iluminadas con faroles como candiles antiguos, el rincón de Becquer con su leyenda, la casa del judío, la leyenda de la amante del Greco, los pasadizos, los conventos, en fin un Toledo nocturno lleno de magia.

Mis nietos, que nos acompañaron, no dejaban de escuchar esas leyendas que a los dos les encandilaron.

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El final de esta visita llena de mitos por las calles de la judería,fue la llegada a la Catedral, estaba iluminada y la vista fue espectacular.  Catedral de Santa María o Primada de España, de estilo Gótico. Fernando III el Santo la mandó construir en 1226 y se terminó en 1493 en la época de los Reyes Católicos.

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Puebla y sus pueblos mágicos.

Catedral de Puebla

Seguimos conociendo México y sus preciosas ciudades. Esta vez tocó Puebla una ciudad colonial con un centro histórico impresionante y muy bien conservado, es Patrimonio de la Humanidad desde 1987; merecidísimo nombramiento a ese conjunto arquitectónico formado por la Catedral, la capilla del Rosario en el templo de Santo Domingo, el palacio del Ayuntamiento, la Casa de los Muñecos, el Templo de la Compañía, el Edificio Carolino, o La Casa del Alfeñique, entre otros muchos edificios que conforman ese centro maravilloso de Puebla de Zaragoza, que ese es su nombre.

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Paseando por El Zócalo

Llegamos a esta preciosa ciudad Patty, Myrna, Cynthia y yo; todo el camino íbamos pendientes de ver los dos volcanes el Popocatépetl y el Iztaccíhualtl, los dos volcanes conocidos popularmente como el «Popo» y «La Mujer Dormida», pero no hubo forma de verlos, durante los días que estuvimos allí las nubes no nos dejaron contemplar esa maravillosa vista, pero como hay fotos, nos conformaremos.

Esta es la historia de estos dos volcanes; la leyenda dice que hace muchos años el Popocatépetl, joven apuesto de 25 años, y la Iztaccíhuatl, muchacha morena de 16 años, bella y de hermosos ojos negros, estaban enamorados, y pidieron a sus tíos el Tiotón (hoy Teotón) y a sus tías Santa María Tecajete y Santa María Zapoteca, que los fueran a pedir en matrimonio al Cuatlapan, ofreciendo flores y panes al mismo. Pero su matrimonio fue desaprobado por los dioses, quienes los encantaron y los convirtieron en cerros y volcanes.

Fueron días preciosos, llenos de paseos de un lado a otro, caminar por esas calles llenas de historia y llenas de edificios maravillosos me hacían recordar la España de siglos pasados, una ciudad tranquila donde los poblanos se reúnen en su Zocalito a tomar cualquier platillo o a contemplar la gente que pasea.

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El barrio de los artistas, callejuelas llenas de tienditas donde los pintores o artesanos venden sus productos de todo tipo, una artesanía llenas de colores como es México. El barrio de la Dulcería, una calle llena de tiendas de dulces, increíbles esa cantidad de golosinas a cual más ricas y llamativas.

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Restaurantes preciosos, casonas convertidas en comedores donde te ofrecen «El Mole Poblano» salsa muy reconocida en todo México, pero que aquí es de donde sale. Cuando se aproxima el 15 de septiembre, día de la Independencia, se cocina en todo México el «Chile en nogada», exquisito plato que nosotras lo degustamos en casa de un matrimonio; ella, Emma, prima de mis amigas y él, Sergio, hermano de la conocida escritora mexicana, Ángeles Mastretta. Charla en el jardín escuchando a Sergio hablar de la vida de su familia, que él había relatado en un libro que nos regaló, y que yo leí con verdadera curiosidad, o Emma contándonos sus investigaciones sobre la cerámica de Talavera que en Puebla es la cerámica más conocida.

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Chile en nogada. Casa de Emma y Sergio

Pasamos unos días deliciosos acompañados por Emma y Sergio, nos pasearon por barrios que un turista no llegaría; un barrio humilde de casas bajitas donde los vecinos han pintado todas sus fachadas con dibujos de colores en los que cuentan historias de la gente que allí vive, el barrio está transformado en una galería de arte al aire libre; nos hicieron de guías muy divertidos y con mucho conocimiento del lugar. No olvidaré ese día en la casa de los Mastretta, llena de recuerdos, de cerámicas de libros y de amabilidad.

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En el jardín de Emma y Sergio

Con ellos fuimos a visitar dos pueblos mágicos, Acatepec, visitamos la  iglesia de San Francisco que data del siglo XVI, empieza su construcción en 1560 y la fachada termina en 1760. La fachada es de cerámica de Talavera, increíble el colorido y el trabajo realizado. Según nos contaba Emma hasta allí llegaron, desde Talavera de la Reina, una familia y así iniciaron en esta zona el trabajo de la cerámica, muy cotizadas en todo México.

Sobre la fachada de esta Iglesia el maestro Manuel Toussaint mencionó:20160902_193754

“la magnificencia de la fachada sea tal que, parece un templo de porcelana digno de ser guardado bajo un capelo de cristal”

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Seguimos camino y muy cerquita paramos en otro pueblo mágico, Tonantzintla, nombre que viene a decir «Lugar de nuestra Señora Madre» cuando llegaron los españoles le añadieron de La Virgen María. Se inicia la construcción en el siglo XVI hasta el XVII. Pero siguieron las obras de construcción y decoración hasta finalizarla en el siglo XIX.

Dentro nos espera una gran sorpresa, toda la iglesia está decorada con el estilo barroco indígena, de un colorido increíble, angelitos con rasgos indígenas y penachos de hojas en la cabeza. No hay un trozo de pared que no esté decorada. Parece mentira que tanta belleza se encuentre en una pequeña iglesia.

Una curiosidad es que la iglesia está cuidada por familias del pueblo durante todo el año, las veinticuatro horas del día, los familiares se turnan día y noche durante el tiempo que les corresponde. El día que nosotros visitamos la iglesia, estaba una señora que nos hizo de guía por el módico precio de una propina, esa propina va para el cuidado de la capilla.

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Terminamos nuestra visita dando un paseo por el pueblo donde nos encontramos un pequeño mercado, una chica batía el chocolate con agua, delicioso.

México siempre me sorprende, la gente encantadora que tengo la suerte de conocer, la amabilidad de los mexicanos, esos pueblitos maravillosos con tanta historia que la cuidan y mantienen con mimo, qué decir de la comida con esos sabores picantes y llenas de color, no se puede pedir más a un viaje.

 

Paseando por Londres, museos, barrios y pub

Viaje a Londres

Tu voto:

20160625_205552Lo primero que me llamó la atención al llegar a Londres fueron los asientos del metro, tapizados con una tela que parecía que estábamos en un cuarto de estar de una casa inglesa. El metro y los autobuses van tapizados así.

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Los autobuses me encantaron, los tomamos varias veces y nos subíamos al segundo piso, así podíamos ver mejor por donde íbamos; así llegamos a Buckingham Palace, el lugar es espectacular, enormes parques verdes, el gran palacio, rodeado de estatuas, una pasada. Los ingleses paseaban por esos inmensos parques, familias  merendando sentados en el césped o tumbadas tomando el sol en hamacas repartidas por todos lados.

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Después cogimos un taxi para ir al barrio de Nothing Hill, famoso por la película del mismo nombre pero famoso por ser un barrio precioso, con calles adoquinadas y casas victorianas, me encantó y eso que no fuimos en sábado para ver sus mercadillos, pero en una pequeña cafetería nos tomamos un rico té con scons, bollitos muy típicos ingleses que yo hago en casa y que me salen buenísimos, pero ellos los hacen especiales.

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El sábado Cesar y yo salimos temprano para hacer el gran recorrido, era el último día para ver tantas cosas, yo salía el domingo a medio día y nos faltaban muchas cosas. En un autobús llegamos al río Támesis, era una mañana luminosa y la vista era muy bonita, allí estaba esa gran noria como un gran ojo que todo lo ve. Nuestra idea era pasear todo ese lado del río y así lo hicimos.

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El Tate museo, me encantó, un gran edificio industrial convertido en museo de las vanguardias y gratis, los museos en Londres son gratis, ponen una vitrina de cristal donde la gente hecha unas libras para su mantenimiento, yo creo que casi todo el mundo deja su propina. Vimos un Picasso  y «la araña» de Bourgeois, entre otras muchas cosas.

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Salimos del museo y un poco más allá la joya de la corona, el museo de Shakespeare, «El Globo«, intentamos pasar pero fue imposible, una gran cola de gente y a las 12 cerraban al público porque empezaba el teatro dentro de este precioso edificio. Aquí se rodó la película de «Shakespeare in love». Aquí Shakespeare escribió alguna de sus obras, ya digo la joya de la corona.

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Seguimos paseando y viendo ese ambiente de sábado en una gran ciudad, cada vez había más gente, el Támesis ofrece montones de rincones para pasar una mañana llena de actividades en sus alrededores; ya era medio día y nos topamos con un mercado, el olor era fascinante, un montón de puestos de comida de todo el mundo, lleno de gente, nos encantó, después de recorrerlo y tomarnos un zumo de verduras y frutas, decidimos comprar un pastel de carne muy inglés y un postre a base de leche de coco, todo muy rico.

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Mis pies ya iban fatal pero aún nos quedaba ver la catedral de San Pablo y  llegar al British Museum. Antes de dejar el río llegamos a ese precioso puente que le llaman la Torre, por ahí cruzamos al otro lado del río, por cierto nada que ver esa orilla silenciosa y todo cerrado con el bullicio de la orilla de donde veníamos.

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Puente del Millenium

Los puentes sobre el río Támesis tienen su historia; en la ciudad cruzan el Támesis 14 puentes, el más antiguo Richmond fue construido en 1777 y el más moderno construido en el año 2002 y le llamaron Millenium, fue el arquitecto Foster el encargado de construirlo. El más conocido Tower Bridge en 1894. Por este puente cruzamos al otro lado del río, para seguir caminata hasta el British Museum el día nos acompañó luminoso y cálido pero a estas horas de la tarde se iba poniendo el cielo encapotado y nuestra entrada al museo fue corriendo y algo empapados, por un aguacero que nos sorprendió.

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La entrada al  British Museo  es espectacular, y de nuevo gratis, es una pasada, estaba el patio del museo lleno de gente, niños jugando, familias enteras paseando por ese maravillo de patio. Entramos a la sala de Egipto, seguimos por Roma y Grecia; impresionante lo que tiene este museo, es imposible verlo todo, pero la piedra Roseta estaba allí, me recordó a cuando yo pasé al museo de México y vi el calendario azteca, un privilegio.

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La Piedra Rosetta

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Parte del Partenón Griego en Londres

Derrotados por la inmensidad del museo y por la imposibilidad de ver todo, salimos a la calle y nos resguardamos de la lluvia en un pequeño bar, me encantó ese momento, la gente corriendo y la lluvia que no dejaba de caer, mi cabeza llena de cosas tan bonitas que ni el cansancio podía conmigo.

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Homenaje a las mujeres de la segunda guerra mundial

Paseando hacia el Parlamento inglés y poder ver ese precioso edificio y su famosísimo reloj, el Big Ben, vi este monumento a las mujeres, no pude por menos que fotografiarlo. Leí en algún sitio que las mujeres londinensas en la Segunda Guerra Mudial trabajaron en reconstruir todo tipo de edificios y sobre todo reconstruyeron un puente. Aquí dejo el homenaje a esas silenciosas mujeres de todo el mundo.

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Ya escampó y fuimos caminando para el Soho, estaban todas las calles llenas de gente, el «Orgullo Gay» estaba celebrando la fiesta, casi no podíamos pasar, por fin llegamos a un restaurante chino a tomar pato laqueado, nunca lo había probado pero estaba buenísimo. Mi hijo César me descubrió muchos platos ricos que yo nunca había probado, la gastronomía, también, forma parte de un bonito viaje.

Día intenso.

Unos días paseando por Londres

Viaje a Londres

Tu voto:

La invitación que, mi hijo César, me hizo para pasar unos días con él, en Londres, tiene para mí un sentido muy especial. Conocer Londres, que yo no conocía, y pasar unas horas en compañía con él, que a lo largo de nuestras vidas han sido escasas, así que todo ha sido muy interesante.

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El primer viaje que hice  con uno de mis hijos fue con Belén, ella empezó a trabajar y con sus primeros ahorros sacó dos billetes rumbo a Venecia, nos recorrimos casi toda Italia, para mí un viaje inolvidable y Venecia mi ciudad favorita; otro viaje que hice con otra de mis hijas, María, fue a México, viaje de descubrimiento de ese precioso país y que desde entonces, viajo una y otra vez. Aquí no puedo decir una ciudad preferida, aquí tengo que decir que es uno de mis países preferidos. Con Fátima, otra de mis hijas, no he viajado, tengo pendiente un viaje con ella, aunque las dos hacemos un viaje de conocimiento casi todas las semanas; ella vive en mi misma ciudad, así que, ella, me soporta, me cuida, me acompaña, me corrige mis escritos, me ayuda en todo lo que le pido, menos en una cosa, que no me deja nunca su coche y, si me lo deja, es a regañadientes. Esto también se puede considerar un viaje permanente.

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Pero ahora me toca contar estos cuatro días en Londres. Llegué al aeropuerto y me estaba esperando mi hijo, Londres me recibió con una lluvia fina y una humedad terrible, como no hacía frío el bochorno era fenomenal. Al salir del metro vi a un chico repartiendo pegatinas de «Im in», le pedí una y me la coloqué en mi chaqueta. Llegué el día de las votaciones de eso que conocemos como «Brexit».

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Lleganos a nuestro apartamento en un clásico barrio londinense, casitas bajas muchos jardines y un silencio total. Me gustó mucho ese barrio.

Al día siguiente, amaneció con sol, tengo que decir que el tiempo mejoró notablemente y conocí Londres con sol y 21 grados, excelente para estar todo el día caminando por esa gran ciudad. Mi hijo trabajaba y yo me fui a conocer parte de la ciudad. Bajé por la calle Oxford Street, me encantó esa calle, llena de banderas del «orgullo gay» que se celebraba al día siguiente, sábado. Todos los edificios estaban con la bandera y en algunos habían bajado las de Europa e Inglaterra y solamente ondeaba esta de los mil colores.

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Caminando, caminando, llegué a Piccadilly Circus que más que una plaza es una intersección de las calles más comerciales, Regent street, Piccadilly y Oxford street, pero el ambiente es genial, lleno de gente a todas horas. Viene bien descansar un poco y escuchar a músicos callejeros que siempre amenizan ese ratito.

Un poco más abajo me topé con Trafalgar Square, parte de esa inmensa plaza estaba en obras pero la inmensidad de ese lugar y la altísima columna coronada por el Almirante Nelson da la medida de la importancia de este lugar.

Para una española que sabe bien de esta batalla donde los españoles y franceses fueron derrotados en Trafalgar, Caños de Meca, es todo un símbolo. Esa columna, con el almirante Nelson, mide más de 40 metros de altura fue construida entre los años 1.840 al 1843. Quitando esto de las derrotas, la plaza es preciosa; a un lado está la National Gallery, en otro lado está la Embajada de Sudáfrica, allí se manifestaban, durante los años que Nelson Mandela estuvo en la cárcel, todas las semanas gente pidiendo su liberación.

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Dejo esta bonita plaza llena de historias y me adentro por callejuelas en dirección al río, con el mapa permanentemente abierto para orientarme en esta difícil ciudad, mapa y guía. Pasé por una calle que me sonaba, pero estaba tomada por la policía y muchos periodistas, era la calle Downing street la calle donde está la casa oficial del primer Ministro,  pensé que estaría dando una rueda de prensa, yo no sabía nada de cómo fue el referendum.

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Ya sería tarde y tenía que subir porque había quedado con Cesar, y paseando me encontré con la calle Charing Cross Road, esta calle tiene para mí un significado especial. Un libro precioso que se llama igual que esa calle «84 Charing Cross Road» ;una bonita historia real, que ocurrió entre una escritora neoyorquina y el dueño de una librería, situada en esa dirección, durante la segunda guerra mundial. Para mí los viajes y los libros van muy unidos.

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Pasé por los barrios Covent Garden y el Soho, mis preferidos, aquí encontré el ambiente más inglés, preciosos pub, tiendas de todo tipo, casas preciosas y un ambiente muy festivo. En unos de esos pub maravillosos me paré a comer un «fish and chips», plato típico que yo quería probar con una rica «pinta», allí vi en las pantallas de TV a todos los políticos europeos con caras bastantes serias, yo saboreé el plato y ya me fui a encontrarme con mi hijo César que me esperaba en un bar.

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Allí me enteré que el referendum había salido a favor de marcharse de Europa. Allí entendí tantos periodistas y policías en la calle del primer Ministro, pasé por allí en el momento que dimitía. Casualidad.