Otro verano en casa de la abuela. 2018

 

Cada año cuando el mes de septiembre está apunto de terminar, cuando los días se vuelven más cortos y el clima va cambiando, y los soles intensos de mi tierra van rebajando su furia, los días días son más fresquitos, y yo adoro; cuando esto pasa, yo me pongo a recordar los días que hemos pasado en casa es un ejercicio que me hace pensar con alegría la visita de mis nietos y de mis hijos a casa que es la casa de la abuela.

Este verano ha sido especial pues un nuevo miembro, Darío, con sus preciosos nueve meses, ha pasado su primer verano aquí, por eso digo que es excepcional. Siempre son especiales pero este es para celebrarlo, pues yo creo que ya no habrá más niños pequeños y Darío cierra este ciclo de nietos y lo cierra con un broche de oro por lo bueno que es y por lo que nos hace disfrutar a toda la familia de tenerlo entre nosotros.

Ha sido un año estupendo, he disfruto de dos viajes sorpresa, uno a México y otro a Canadá; a la vuelta de esos viajes he disfrutado de la visita de mis hijos y nietos a lo largo de los meses de julio y agosto.

Como siempre, los veranos se llena mi casa de alegría, todos mis nietos vienen deseando pasar unos días aquí y la verdad es que no hacemos nada extraordinario, eso sí, yo me dedico por completo a ellos y todo el día hacemos planes para que cada día tengamos un nuevo afán. Un día lo dedicamos a ir de compras con Frida, otro día al cine con Arturo o Valentina, otro día a la biblioteca, ir a la biblioteca es seguro, a todos les encanta disfrutar una tarde en esas salas llenas de libros, otro día lo dedicamos a ir a los kioskos a comprar sobrecitos sorpresa, eso también les encanta a los más pequeños;, hemos ido a visitar el museo de D. Quijote, en fin que además de los baños en la piscina, esas son las novedades del verano.

Y otra cosa que les encanta es cuando su tía Fátima se los lleva al cine o a cenar, eso es la máximo, salir a un restaurante para ellos es la fiesta, y este verano lo han disfrutado de lo lindo. Su tía Fátima que, ejerce de tía a pleno pulmón, además de ir a cenar se los lleva a la feria, disfrute total.

Lo mejor de todo es cuando un fin de semana coincidimos todos, quiero decir todos, 14 personas y en ese momento de compartir los primos unas horas juntos y los mayores charlar y preparar la comida, tengo que decir que para mí es la felicidad.

Este verano hemos disfrutado unos días con Leo, ya que estuvo un año en Canadá, así que la vuelta ha sido muy esperada, ya tiene 15 años y espero que siempre recuerde esos veranos que pasó conmigo en esta casa. Él fue el primero y desde muy pequeño pasaba 15 días conmigo, aquí hizo amigos, y se pasaban todo el día en el patio. Yo les preparaba unas quesadillas o unas pizzas y cenaban solos en el patio. Ha pasado el tiempo volando, pero esos recuerdos están en mi memoria y espero que en los recuerdos de todos ellos.

Con Valentina, Frida y Arturo, hemos paseado por el parque y hemos descubierto un montón de árboles preciosos, hemos aprendido sus nombres, como casuarina, morera llorona, azufaifo, álamo blanco, madroño  etc, por sus formas hemos ido poniéndoles nombres, como el gigante, el ogro de los brazos largos, el perrito, en fin, que esos paseos por el parque han durado varios días, disfrutando de la naturaleza, hasta un día bien temprano desayunamos en un banquito.

Si a lo largo del verano venía Elías con su perro Rufus, ya era la guinda del pastel, el perro es la atracción de todos y sobre todo de Frida que es una amante de los animales.

Así vamos pasando estos días calurosos y llenos de jaleo. Ya he dicho que yo los disfruto enormemente, el tiempo vuela, los niños se hacen mayores y esta edad es para disfrutarlos con ellos. Por estos días dejo de hacer todo lo que hago normalmente, que luego cuando todos se van, tengo tiempo de recuperar mi vida.

Leo, Frida, Arturo, Elías, Valentina y Darío, todos ellos hacen que los veranos sean especiales cada año.

El aljibe de la memoria de Román Serrano López

Historia de una familia en la Guerra civil española

Tu voto:

 

El otro día, me invitaron a la presentación de este libro, escrito por un amigo que llevaba muchos años rastreando la historia de su familia;como siempre que te enfrentas a leer un libro de un amigo tienes ese sentimiento de duda o de qué me voy a encontrar; en este caso la duda desapareció en las primeras páginas y lo que me encontré fue un emocionante relato de una familia que vivió entre Puertollano y Valencia, que sufrió los rigores de la guerra y los sufrimientos que derivaron en la posguerra.

Contemplar el mismo paisaje que un día vieron mi madre y mis abuelos maternos me llenó de emoción. Aunque no ignoraba que era un deseo irrealizable, tuve la sensación, al encontrarme en el mismo lugar en el que ellos estuvieron un día, de que era posible encontrármelos, romper la infinita frontera de ausencia que nos separa de aquellos que amamos y que hemos perdido para siempre.

Román Serrano,el autor del libro, ha hecho un merecido homenaje a su abuelo, José Antonio López, y a varios tíos que, sin haber hecho nada execrable, como muchos españoles, fueron fusilados sin juicio y sin el perdón que después de ganar una guerra, se esperaba de los ganadores.

Todos sabían que era un hombre comprometido y muchos recordaban su larga trayectoria  de luchador en el seno del movimiento obrero de Puertollano desde los años en los que se  constituyó la Asociación de Mineros «La Precisa» de la que fue uno de los fundadores y miembro de varias juntas, incluso llegó a ser presidente.

Me ha gustado su relato, me ha interesado el devenir de esa familia que intentaba sobrevivir en un pueblo de La Mancha, donde todos se conocían y era casi imposible poder levantar la cabeza con dignidad para poder restituir la maltrecha vida de todos ellos.

De los pocos trabajos que no necesitan recomendaciones, era el de la mina. Esto hizo posible que Tomás, el mayor de los hermanos, volviera al oficio de minero, pero casado y con un hijo pequeño poca era la ayuda económica que podía aportar a su madre y hermanos. A María y Justa, con veinticuatro y diecisiete años, no se les caían los anillos a la hora de trabajar y aprovechaban  cualquier oportunidad que permitiera ganar unas pesetas: en los meses de cosecha iban a recoger chícharos, por lo que pagaban un pan moreno y cinco pesetas a cada una.

Siempre que leo un libro sobre la guerra civil, quedo impresionada por ese terror que se extendió por todos los pueblos, esas acusaciones de unos a otros, por miedo o por venganzas, ese aire irrespirable que se extendía casa a casa y calle a calle. Román lo describe muy bien con una escritura sin odios ni nada que se le parezca, es un relato hurgando en la verdad y en la investigación seria y machacona durante años, y sobre todo en largas charlas con su madre y un tío que le relataron todo lo que pasó en su familia y cómo a edad avanzada tenían claro todos los acontecimientos vividos en esa casa.

Confiábamos en que los vencedores serían justos, pues mi padre y mis hermanos no habían hecho otra cosa que luchar en defensa de la República, pero teniendo en cuenta lo que estaba pasando fue una ingenuidad esperar justicia de los franquistas. Todavía no me explico cómo pudimos creer en sus promesas de paz y perdón.

En mi casa se respiraba un aire triste y melancólico, como si el dolor anidara en cada uno de los rincones. Mi madre una mujer rota, más muerta que viva, que adolecía del mal de las ausencias.

Me lo leí de una tirada, me enteré de hechos acaecidos que no conocía, como la matanza de seminaristas en la estación de Fernán Caballero, me emocioné leyendo la carta de su tío días antes de su ejecución, viví la vida intensa de una ciudad minera y de sus sindicatos, la lucha de las familias por comer o por buscar trabajo en una España gris, llena de odios donde los perdedores sufrieron doblemente.

Desde la cárcel

Suponiendo mi última hora.

Recuerdo

Querida madre y hermanos: os dirijo mis últimas palabras y letras en la agonía de la muerte, que son arrancadas del corazón ya que la inocencia me obliga porque soy inocente del rencor que me lleva a ella. No puedo deciros más porque la pena me ahoga. Así que muero sin culpa, sépalo VD.

Santiago López.

Una historia más, una historia familiar en un pueblo de La Mancha, como tantas y tantas a lo largo de España, esta es más especial porque lo escribe el nieto, Román Serrano que tuvo la curiosidad de preguntar e informarse de los hechos que sufrieron su familia.

Recuérdalo tú  y recuérdalo a otros.

Luis Cernuda

Toledo, Madrid y Ciudad Real

 

 

La jubilación, si estás bien de salud, eso es lo más importante, es un periodo de la vida fantástico, envejecemos, sí, pero eso es irreversible, así que hay que tomarlo como algo normal, y aprovechar este tiempo que es una especie de regalo de la vida.

Así lo voy llevando yo, disfruto cualquier momento, si hace buen día, porque el cielo es maravilloso y si se nubla porque las nubes me parecen de un calor increíble; mi curiosidad no ha disminuido, casi al revés, todo me interesa y aprender es una de mis haciendas favoritas. Además no necesito casi nada, mis deseos son los afectos, y poco más, y eso lo tengo, así que mi vida se simplifica y eso hace que disfrute cada vez más  los momentos importantes del día.

También es verdad que elijo mucho, ahora no pierdo el tiempo en las cosas que no me aportan o no me interesan y de eso hay mucho, pero yo me quedo con esa parte maravillosa que te da lo cotidiano; el no hacer las cosas corriendo, el sosiego en casi todo, tomar distancia en muchas cosas, la condescendencia en momentos difíciles, aportar, en lo que puedo, lo mejor de mí, aunque no es fácil, pero ahí estamos.

Todo eso y muchas cosas más me tiene disfrutando de la vida. Empezar a leer un libro es un momento mágico, emprender un viaje a visitar a mis nietos, no tiene precio, ir al cine con las amigas es una práctica semanal que nos encanta, ir a una conferencia es estimulante, comer un día a la semana con mi hija Fátima, me alegra el día, asistir a las clases de la Universidad me mantiene la curiosidad y el aprendizaje, hacer una excursión a conocer un rincón de mi provincia me encanta, pasar una tarde haciendo ganchillo con un grupo de amigas es delicioso, así voy viviendo estos años, que ya digo, son un regalo.

La semana pasada aproveché y me fui a Toledo a pasar unos días con mi hija Belén y familia. Ya es un lujo ir a verlos, pero encima, viven en una ciudad maravillosa que yo recorro cada vez que voy a verlos. Me fui a pasear con mis nietos, Frida y Arturo, ellos me llevaron por sus laberínticas calles, fuimos a conocer la biblioteca que está en un edificio emblemático, «El Alcázar», de ser un lugar que me recuerda, tristemente, la contienda de la guerra civil, ahora está dedicado a la cultura; por allí mis nietos se mueven bien, pues ellos si conocen esos pasillos llenos de libros. Cuando terminamos subimos a la cafetería del último piso para ver las vistas maravillosas de la ciudad.

Paseamos por sus calles, y nos fuimos a comer las «bombas de patata» tan famosas y ricas y que a mis nietos les encanta. Después tomamos un tren turístico para dar una vuelta con explicaciones de los monumentos y alguna leyenda que otra. Eso de las leyendas, a los dos, les encanta. Pasa el tiempo y las  recuerdan palabra a palabra.

Después de unos días con todos ellos, me marché a Madrid, ya aprovecho y veo a todos mis hijos y nietos. Llevar a Valentina al colegio y recogerla es mi gran afición, ella me recompensa con sonrisas y abrazos cada vez que me ve y yo me deshago. Pasar unos días con ella, es un placer, es familiar y le encanta que vayamos a su casa. Los días los pasamos en el parque.

Entre ir a llevarla y recogerla en el colegio, yo camino por Madrid, paseo del Prado, Carrera de San Jerónimo, Puerta del Sol, parada obligatoria para firmar con las mujeres en huelga de hambre reivindicando más política contra el maltrato a las mujeres, sigo caminando hasta la librería» La Central» en la plaza de Callao, ver libros y comprar alguno, tomarme un té, es pasar una mañana estupenda; ya de vuelta,  me senté en El Brillante, un bar frente a la Estación de Atocha, muy conocido por sus bocadillos de calamares, yo degusté uno, momento sublime.

Pero también aprovechamos, el sábado, para visitar la casa del pintor Soroya y su nueva exposición, un verdadero placer recorrer las estancias de la casa llena de maravillosos cuadros, aunque Valentina se aburría un poco, eso de los museos, decía, es muy aburrido. Salimos y quedamos a comer con mi hijo César y Sonia, una comida rica y unos momentos de hablar de la vida. Una mañana estupenda en Madrid, aunque algo fría.

A la mañana siguiente desayunamos con Leo y Fadia, un «brunch, que se está poniendo de moda en Madrid, un desayuno-comida a eso de las 12 de la mañana. Mi nieto tan mayor… se va a Nueva York diez días en un intercambio, parece mentira como pasa el tiempo.

Y ya a la estación, que yo regreso a mi casa, llena de buenos momentos que mi familia me aporta y yo estoy tan agradecida… ese es el regalo de la vida. Y llegar aquí, para todos nosotros, no ha sido nada, pero que nada fácil.

Como el tren no salía a la hora que yo tenía prevista, aproveché esas horas para pasear por la cuesta Moyano y comprar unos libros, disfrutar de esa mañana en ese lugar tan especial. Paseando, paseando, llegué hasta la Plaza de  Neptuno, me tomé un té contemplando a la gente pasear y aproveché para echarle un vistazo a los libros.

Bajando para la estación quise entrar al Museo Reina Sofía a ver el Guernica, que aunque lo he visto varias veces me apetecía, pero las colas eran inmensas, así que ya sin tiempo me fui para Atocha, mi estación favorita, como decía Joaquin Sabina » Yo me apeo en Atocha, yo me quedo en Madrid.

Llego a casa,¡tan reconfortante! miro el buzón y ahí hay una carta con letra femenina, todos los años me llega, es de una amiga bloguera, Isi, que siempre manda unos bonitos marca-páginas, me encantan y aquí los tengo entre las hojas de mis libros.

Otro verano en el patio de la abuela 2016

Verano 2016

Tu voto:

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Creo que empecé a escribir estas pequeñas crónicas de «Los veranos en casa de la abuela», cuando tenía dos nietos, Leo y Frida, ya han pasado años porque Leo tiene trece años, Frida diez y Arturo seis.  Ahora hay un nuevo miembro en la familia de nietos, Valentina, que con sus dos años y medio ha disfrutado de este patio de lo lindo, ha compartido juegos con sus primos mayores y con amigas y amigos del patio, ella se lo ha pasado genial y yo he disfrutado de poder verlos así.

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Empezamos este verano con la visita de Leo, pasó cuatro días aquí, ya no tiene tiempo para más; campamentos, viajes con su padre y otros viajes con su madre, se pasa el verano de un lado a otro. Él fue el primero que venía por aquí, se pasaba el día con un bañador, descalzo y sin tiempo libre para descansar; se juntaba con dos amigos y todas las horas del día eran cortas para hacer tantas y tantas cosas.

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En julio vino unos días Judith, una amiga francesa, y como si fuera de la casa, ella siempre vuelve a esta ciudad donde vivió muchos años. Entre todas las cosas que hizo por estas tierras manchegas, una de ellas fue darme clase de francés, de ese tiempo surgió esta amistad que dura ya un montón de años. Hemos pasado unos días deliciosos, largas charlas en el patio y en la terraza, intentando entender el mal de amores, no sé si lo entendimos, pero al menos lo hablamos intensamente. Aquí en este patio pasa de casi todo,

Ya en agosto, después de mi precioso viaje a Oporto, se quedaron en casa Frida y Arturo, sus padres estaban de mudanza de casa. Tan mayores, tan especiales los dos, Frida con 10 años desborda imaginación por todos sitios. Me los llevé un día al programa que tengo en la SER y me encantaron, los dos hablaron de los libros que están leyendo.

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A la semana Arturo se fue con sus padres y Frida se quedó una semana más, ella encantada, sola con su abuela y dueña de su tiempo. Le duró poco, porque llegaron mi hija María, Javier y Valentina, y desde que Valentina entró por la puerta, mi casa se convierte en un no parar. Valentina nos hace reír todo el día con sus ocurrencias y es como un pequeño torbellino. Las chuches son su pasión y como sabe que la abuela tiene siempre alguna golosina guardadas, recurre a mi constantemente.

Jugar en el patio es lo mejor que hacen durante estos días que pasan aquí, no tienen horas al día, entre baños y juegos pasan las horas maravillosas de estos días de verano. Frida con su imaginación se inventa juegos constantemente. Por la noche, ya rendidas, Frida nos pide que le digamos tres personajes y con ellos hila un bonito cuento que lo va relatando hasta que quedan dormidas.

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Lo que más les gusta es que cualquier día nos vayamos a casa de la tía Fátima a bañarnos, lo celebran como si fuera un premio, allí nos fuimos dos tardes maravillosas, baños y cena en el patio y al final actuaciones de los chicos, se disfrazan y bailan como si estuvieran en un escenario, mientras Arturo hace música. Noches deliciosas que yo pretendo queden en sus cabezas para siempre. Que los recuerdos sean dulces de estos días de verano.

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Para mí, el tiempo se para estos días, dejo todo por hacer para dedicarme por entero a todos ellos, son unos días al año que yo les dedico todo lo que puedo, el tiempo vuela y yo quiero aprovecharlo.

Risas, canciones, peleas, pequeños castigos, siestas sin dormir, horas viendo los juegos olímpicos, todo se da en estos días, pero al final queda un grato sabor de convivencia entre mis tres hijas, y entre los primos. No hay precio para estos bonitos días.

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Hoy se han marchado todos, de golpe la casa queda en silencio, y yo recupero mi vida, pero aún quedan resto de estos niños, juguetes en los sillones, lanas por todos lados, este verano Frida aprendió a hacer pulseras con ellas, vasos de leche en la mesa de la cocina, migas por el suelo y todos los cristales de las ventanas llenos de manos, y muchos recuerdos preciosos.

Tengo esta semana para recomponer todo, porque el fin de semana llegará mi hijo Cesar y Sonia que andaban de viaje.

Y ya sin más tiempo, me pongo a hacer la maleta, me marcho a México, mis amigos mexicanos me han invitado y yo vuelvo a ese país que tanto me gusta. Cuando vuelva ya entrado septiembre, mis nietos estarán en sus colegios y yo deseando que me cuenten como les va en sus nuevas clases.

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Verano caluroso en el patio de la abuela 2015

Verano en casa de la abuela

Tu voto:

Amanecer en La Mancha
Amanecer en La Mancha

Este verano lo recordaré por las altas temperaturas que no nos han dado tregua desde finales de junio a primero de agosto. Realmente un verano sofocante, con olas de calor que venían de África y que no dejaban resquicio para poder descansar a lo largo del día o de la noche.

También recordaré este verano por la violencia machista que ha imperado a lo largo y ancho de este país y que nos han dejado el corazón helado ante tanta maldad contra las mujeres por ser mujeres.

En fin, un mundo que cada vez lo entiendo menos, no se puede soportar ver los telediarios, ver como gente que huye de su país en guerra son gaseados en las fronteras para que no pasen, o ver las barcazas en el Mediterráneo llenas de gente a la deriva y que Europa mira para otro lado. La lista es interminable. Un verano caluroso y tremendo en noticias.

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Pero yo intento que los veranos en mi casa sean de descanso para mis hijos y nietos y así año tras año, mi casa abre sus puertas para que vayan llegando a pasar unos días conmigo. Todo un lujo poder participar con mis nietos estos días de baños y cenas en el patio.

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Este año ha tenido algo especial, Valentina de año y medio, ha sido la protagonista del verano. Ella que todo lo invade con su personalidad y su carácter, nos ha hecho olvidar todo lo que pasa fuera, ni telediarios hemos visto, solamente PocoYo que es lo que más le entusiasma a ella. Nada más terminar un episodio y sin darnos tiempo a nada ella dice «más, mas», y yo vuelvo a ponerle otro episodio. Verla reírse y disfrutar con esos dibujos maravillosos es todo un lujo.

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Valentina

Una semana deliciosa con Valentina, antes de marcharse, llegaron mis otros nietos; Frida y Arturo  de 9 y 5 años, ellos son hermanos y venían deseando ver a su prima Valentina, aunque la verdad es que Arturo que es el informático de la casa, le da un beso y pasa directamente a coger un Ipad y ponerse a jugar, las nuevas tecnologías que para ellos es la normalidad.

Un fin de semana estupendo con mis tres nietos y mis hijos por casa.

Mis lecturas quedan casi aparcadas para tiempos más tranquilos, aunque de rato en rato, he seguido la lectura de «Cien años de soledad» que vuelvo a leer en compañía de mi hija Fátima, cada una por su lado pero de vez en cuando intercambiamos opiniones sobre esta lectura alucinante.

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Leo

Con Frida y Arturo hemos visitado la feria de agosto, ellos locos por ir a talleres de pintura, o de cualquier cosa, en el parque o asistir a cuenta-cuentos o canciones infantiles, no se cansan. Ver la felicidad en sus caras es el mejor resultado de esas horas que pasamos bajo el sol de justicia de este verano.

Así vamos pasando estos días de nietos, para mi es el mejor tiempo que paso con ellos. Estos días los disfrutamos, y yo veo como crecen y se hacen mayores. Este año ha sido Frida la que ya es toda una mujercilla. Nos fuimos un día a comprar una revista de sus cantantes preferidos, la ilusión que le hizo fue tan grande que se pasó todo el día con la revista bajo el brazo, leyendo y enseñándonos la cantidad de fotos y de curiosidades que tenía que leer. Yo recordé  cuando mis hijas compraban esas revistas y empapelaban sus habitaciones con posters de todos los cantantes de la época. Ahora es mi nieta la que me hace recordar esos tiempos.

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Y ya a finales de agosto llega el mayor de mis nietos, Leo, 11 años y unas piernas que le salen por todos sitios. El viaja todo el verano, campamentos, viajes, un verano que no ha parado, pero luego pasa una semana aquí en casa de la abuela. Ya no es un niño es un adolescente aunque con cosa de niño, él tiene un montón de amigos en el patio desde hace muchos años, y se reúnen todo el día. Para ellos el verano en casa de la abuela es el patio, la piscina, las cenas con todos sus amigos y amigas reunidos.

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Son días de pocas normas, algunas las olvidamos totalmente, como los horarios, se come cuando uno sube  de la piscina y se duerme cuando los párpados ya no pueden más, son pocos días donde ellos disfrutan de las no normas, luego  sus padres se encargan de normalizar sus vidas.

Otro verano más que me hace recordar cuando Leo no sabía nadar y eran sus primeros baños, ahora hace surf; cuando Frida era un bebé con chupete y su madre se lo quitó un verano, ahora es toda una adolescente; cuando Arturo con dos años ya era un apasionado de los juegos y ahora que aún no sabe leer maneja el Ipad mejor que yo, y Valentina que con apenas año y medio, no deja nada quieto y quiere hacer lo mismo que hacen sus primos, con una energía que derrota a todos a su alrededor.

Un verano más donde se mezcla la tristeza de las cosas que pasan en el mundo y la felicidad de las pequeñas cosas, la vida misma.

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Unos días paseando por Madrid

Paseando por Madrid

Tu voto:

Siempre es un placer pasar unos días en Madrid, las que vivimos en provincias apreciamos mucho poder ver una bonita exposición, pasear el Madrid de los Austrias, o pasar a ver una exposición de fotos en la Caixa Forum. Para mi es un regalo, porque además de todo esto, allí tengo a dos de mis cuatro nietos, y este es uno de los motivos mejores para visitar esta ciudad. Esto de ser abuela es lo mejor que me ha pasado, todo el tiempo se lo dedicas a ellos, y nada es más importante. Me cuenta mi hija María que Ángel Gabilondo en una entrevista decía más o menos esto. «Que somos abuelos a estas edades porque todo el tiempo nos lo pasamos mirado a los nietos, porque cuando tienes hijos, estas tan ocupado en trabajar …,el tiempo da igual y da igual todo lo demás, nuestro tiempo está dedicado a ellos». Es una enorme verdad

Bueno, pues además de dedicarles ese tiempo, hemos ido a una interesante exposición al Reina Sofía, una exposición única porque el museo de Basilea, Kustmuseum, que está de obras, ha donado gratuitamente, hasta septiembre, parte de su obra modernista al Reina Sofía; Rothko, Barnett Newman, Much, Picasso, Giacometti y un sinfín de vanguardias. Una exposición intensa, amplia y muy recomendable.

Cuadro negro de Rothko
Cuadro negro de Rothko

Y después del atracón cultural nos fuimos al Matadero a comer. Me encanta el Matadero, mi hija María vive muy cerca y yo paseo mucho por ese lugar al lado del Manzanares. Comimos rica comida en un restaurante,»Sagás» que es una sala de teatro, así que el día fue perfecto.

Al día siguiente Leo jugaba la final de Baloncesto entre colegios. Él pertenece al colegio Arquitecto Gaudí, allí estuvimos como casi todos los años, es emocionante ver un partido entre chiquillos. Juegan fenomenal y aprenden a perder y a ganar, según toque. Esta vez nos tocó perder.

A pesar de la lluvia, el aire y un tiempo otoñal que nos ha acompañado estos días en Madrid, sigo diciendo que es un placer pasear, visitar la tienda de Appel en la puerta del Sol, preciosa, comprar unos dulces en La Mallorquina. Las calles de el barrio de Las Letras, la cuesta de Moyano para echar un vistazo a los libros que nos ofrece. Y como siempre pasar a la librería La Central a ver novedades.

Y ya hoy domingo me tocaba coger el AVE de vuelta a mi casa, pero antes hemos aprovechado a despedirnos con un desayuno clásico en Madrid y en toda España, churros con chocolate en San  Ginés. Recomiendo a los que vayan por Madrid que se pasen por esta Churrería que abre sus puertas todos los días del año. El café bueno, el chocolate muy rico y los churros insuperables, y el precio estupendo, no se puede pedir más.

Sitio mítico en Madrid, donde Valle Inclán iba a tomar churros y en su novela «Luces de Bohemia» habla de este sitio. Un lugar muy especial y muy recomendable.

Me vengo a casa, feliz por esos días de regalo donde yo no tengo casi espacio para mí, los niños llenan todos los lugares y yo les dejo que sea así. Ellos disfrutan y yo también.

Otro verano en casa de la abuela

Amanecer manchego

Cada verano la casa familiar cobra vida, no paran de ir y venir gente, gente amiga, que recala por aquí unos días de descanso y charlas. Entre unos y otros vienen a pasar unos días mis nietos mayores que les encanta pasar unos días con la abuela, sin sus padres cerca. El primero que llegó, allá por las primeras semanas de julio, fue Leo, mi nieto mayor, casi 11 años y una altura que ya me supera. A Leo le encanta venir, siempre tiene amigos que recupera cada año y lo pasan genial, todo el día descalzo y con un bañador, un lujo que no se lo puede permitir en Madrid, donde vive. Este año tocó ver todos los partidos del mundial con sus amigos Manu y Fer, meriendas en casa de cada uno, y después de ver el partido correspondiente, baños y juegos.

Leo
Leo

Este año ha sido muy especial pues una nueva nieta, Valentina, que nació el pasado diciembre, se dio su primer baño en el patio. Una niña preciosa, 8 meses risueños, la reina de todos. Claro que con su llegada ha desplazado un poco a Arturo, 4 años llenos de vitalidad, un charlatán importante que lo que más le gusta es el Ipad.

Valentina
Valentina

La casa se transforma, abre sus puertas y acoge a los que van viniendo, yo me ocupo de que no falte de nada, me encanta cocinar y aprovecho estos días para hacer la comida que sé que les gusta a cada uno de ellos. Para superar estas temperaturas manchegas, que cada año nos maltrata con temperaturas de mas de 40 grados,  nada mejor que después del baño un gazpacho fresquito.

Frida
Frida

Ya en agosto, Frida se vino a pasar una semana a casa, mi nieta mayor, 8 años de sensibilidad y buen gusto. A ella le encanta estar sola en casa con la abuela, que no le moleste su hermano y pueda hacer lo que a ella le gusta. Es un placer para mi tenerla en casa unos días, hemos ido de compras, hemos tomado un helado en la plaza o hemos cenado en una terracita para despedir a Judith. Mafalda ha sido el descubrimiento de este año, ya la venía viendo pero este verano, Frida, lo ha hecho su libro de verano. GetAttachment (9)

Judith es una amiga francesa que vivió varios años en Ciudad Real, ella me dio clase de francés, hace ya más de 20 años y desde entonces la amistad sigue, casi es una hija en casa y ella viene de vez en cuando a pasar unos días llenos de sol, de terrazas veraniegas, de encuentros con sus amigos y de veladas nocturnas en casa.

Arturo con Frida y Manuela
Arturo con Frida y Manuela
Judith
Judith

No todo son cenas y reuniones familiares, también nos da tiempo para ir al Teatro de Almagro, un pueblo que se engalana el mes de julio con sus numerosos teatros que invitan a pasarse una noche por allí. Después del  teatro nada mejor que una café en los bares de la plaza, un lujo que nadie debería perderse.

Valentina y Fátima
Valentina y Fátima

Yo sigo intentando leer algo, mucha gente dice que cuando más lee es en verano, yo es cuando menos leo. Este verano me está acompañando un precioso libro que, hace tiempo, me recomendó Lammermoor  «El palacio azul de los ingenieros belgas» de Fulgencio Argüelles.

También este verano  hemos vuelto a ver cine en casa, » El sueño de Valentín» ha sido la película que hemos visto con Frida y le gustó, una película argentina, maravillosa, que yo recomiendo mucho.

Así vamos pasando el verano, nada mejor que compartirlo con toda mi familia, yo lo disfruto mucho, y sobre todo hago que mis nietos tengan un bonito recuerdo de estos veranos que compartimos en el patio de mi casa.

Los telediarios nos ponen los pies en el suelo, a mi al menos no me hace mucha falta, siempre ando informada y frustrada con todo lo que pasa, pero a mis nietos, ahora, les pertenece su tiempo y yo se lo procuro.

Fátima Belén y Frida

 

Fátima Belén y Frida

El insólito peregrinaje de Harold Fry de Rachel Joyce

Caminando y reflexionando

Tu voto:

Hay lecturas que yo las recomendaria en un verano caluroso como este que estamos pasando, digo esto porque es una lectura agradable, que no te  implica demasiada atención, pero sin embargo es un libro con una historia peculiar y aunque no es de una profundidad inmensa te hace pensar en ese caminar por la vida.

Eso le pasa a Harold, jubilado con una vida tranquila con su mujer en un pueblito al sur de Inglaterra. Pero la vida que no para, le llega una carta de una antigua compañera de trabajo anunciándole que  está enferma de cáncer y que le queda poco tiempo por vivir.

La carta que habría de cambiar todo, llegó un martes, Era una mañana cualquiera de mediados de abril, olía a ropa limpia y césped recién cortado. Harold se había afeitado, se había puesto una camisa limpia y se había sentado a la mesa de la cocina.

Harol le contesta dándole ánimo y sale de su casa para echar esa carta al buzón más cercano.

Harold pensó en lo que había escrito a Queenie, y le pareció tan inadecuado que se avergonzó. Imaginó que volvía a casa, y que la vida transcurría exactamente igual, a no ser porque Queenie se moría en Berwick y se sintió abrumado. El sobre descansaba en la oscura boca del buzón. No podía soltarlo.

No tenía nada que hacer; nada le impedía caminar hasta el siguiente buzón. Dobló la esquina sin darse tiempo a cambiar de opinión.

Y así inicia un camino de muchos kilómetros, desde el sur donde vive hasta el norte. un camino que sin llevar nada encima inicia como algo necesario en su vida para matar la monotonía. Mientras va caminando va haciendo  cuenta de toda su vida, y se va haciendo preguntas de todo tipo.

Harold se preguntó si se habría sentado alguna vez frente al muelle a comer un helado con su hijo David. Estaba seguro de que sí, por más que al tratar de evocar el recuerdo se le resistiría. Debía seguir adelante.

Siempre había sido ella la que firmaba por él ( papá) las cartas y tarjetas de felicitación, incluso quien había buscado la residencia de ancianos para el padre de Harold. Mientras pulsaba el botón del semáforo, no pudo sino preguntarse; si ella lo suplía a todos los efectos, entonces ¿quien era él?.

Me encantó por sus reflexiones, algunas veces profundas llenas de cariño hacia todo, y algunas veces tan poéticas que  el personaje va creciendo a cada página.

Hubo de detenerse para contemplar el paisaje. había tantos tonos de verde que se sintió sobrecogido. Algunos eran casi de un negro aterciopelado, otros tan claros que rayaban en el amarillo. A lo lejos, el sol se reflejaba en un coche que pasaba, quizás una ventanilla, y la luz destelló desde el otro lado de las colinas como una estrella fugaz. ¿cómo era posible que nunca se hubiese fijado en nada de aquello?

Rachel Joyce es una escritora nueva que con este delicado y hermoso libro, nos hace ver las batallas que libramos para ser personas normales y sobre todo a reflexionar sobre las cosas sencillas.